Es que son
otros los protagonistas. Los otros. Cientos de otros que toman las riendas,
colocan la carpa, venden los boletos, domestican las fieras, atraen al público.
Cientos de miles de otros que hacen malabares, cruzan el aro de fuego, dominan
la cuerda floja, reciben aplausos. Cientos de miles de millones de otros.
Cientos de miles de millones que te dan la espalda. Cientos de miles de
millones de ausentes. Todos hacen, pueden, crecen, avanzan, construyen,
triunfan, revelan. Y mientras tanto, vos estás ahí, en un rincón que no parece
ser parte de ninguna parte. Ahí. En la búsqueda de, en la resistencia contra,
revolviendo entre, jugando a, luchando por. Cientos de miles de millones de
cadáveres, de cuerpos, de embriones, de fantasmas, de historias y de mapas te
aniquilan. Te arrinconan. Te sacan de la escena. Entonces la escena se vuelve
incomprensible, inenarrable, irremontable, irremediable, indestructible,
incómoda. Ya no hay ni intimidad ni intimación. Sólo un agujero en el mundo por
donde cae todo menos el deseo. Todo menos los otros, todo menos los
protagonistas, menos la escena, las fieras, la carpa, el público. Un agujero en
el mundo por donde no cae casi nada. Por donde sólo cae el todo del deseo que
hay en vos. Un deseo sólo tuyo que sólo desea un escenario sin tu escena.
© Sebastián Olaso
Buenísima descripción fluyente. Alfredo lemon
ResponderEliminarImpacta!
ResponderEliminarExcelente poema! Conmovedor .Abrazos
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