SELECCIÓN
ANTINATURAL
A Leticia González y Julio Salgado
A mi jardín
lo invadieron las babosas
lenguas que
se arrastran de noche,
y en la
laja, trazan su dibujo, de animales dobles,
permanentes.
Cada día
muere una flor, se deshoja una hoja
las plantas
no resisten el ego de la babosa.
Yo, como Dios,
hago
justicia
y les dejo
pedazos de veneno
trampas de
color azul
para que
mueran sin saber.
Pero al
tiempo regresan,
y pruebo
entonces con cerveza
sirvo en
las esquinas vasos llenos
donde van
las borrachas
a
embriagarse por las noches
y dentro de
los vasos
se ahogan,
de muerte dulce.
Al día
siguiente
las flores
agradecen.
El jardín
recobra sus colores.
El verano
vuelve.
Pero al
correr de los meses
babosas
nuevas, nacen, alegremente.
Ahora
intento echándoles sal,
en segundos
se reducen a nada
pobrecitas
apenas una
huella blanca en la laja
sin el
doble de su animal.
Esta vez,
la tercera, debe ser la vencida
pienso
mientras riego las alegrías del hogar, las azaleas
y veo cómo
crecen las acacias, y el limonero se pone de pie;
y hasta los
yuyos aplauden
por su
renacimiento.
Pero hay un
desconsuelo
que
subsiste
en los
jardines,
en el aire
de la primavera.
Se siente
cuando sopla el viento
y las hojas
se mueven,
recordando.
Alguien
debe morir, para que vivas.
Susurra la
brisa
en el oído
de las flores.
© María Casiraghi
Babosas y caracoles, a veces me da una lástima piadosa, pero como en tu poema, alguien debe morir para que vivas..gracias, María!
ResponderEliminarGracias María por este poema que te deja pensando y sintiendo... tanta e inevitable verdad. Felicitaciones.
ResponderEliminarMaría Paula Mones Ruiz
Tremendo poema!
ResponderEliminarBesosss
A veces deben morir para que vivan!!
ResponderEliminarUna metáfora que se puede aplicar a tantas realidades.
Muy bueno!
¡Excelente, María!!! Es así, y hay que vivir con esto... Abrazos, poeta!!
ResponderEliminarQué maravilla!
ResponderEliminarPlacer pasar y leerte, María!!
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