La casa del
acantilado
a Laura
García del Castaño
Descendí a
rappel por la vertical de la letra ele
hasta la
línea horizontal de la misma,
que al
estar inclinada me condujo suavemente
a una A
como lágrima sin acento, sin contención,
que
presagiaba el ulular de una U, como rumor
de vientos
entre ramas de árboles desnudos,
que anunciaban
que venia una ere suave,
para que
una A de alma se acurruque en un rincón.
Una casa
enclavada en lo más alto de un acantilado,
a sus pies,
un mar bravío rompe olas contra los muros,
al costado
de la casa entre brumas de recuerdos,
un árbol
con las ramas desnudas, un Castaño,
nos muestra
que en una de sus ramas,
un pájaro,
con el pico herido por hacerle un hueco
a su jaula,
ha
construido un nido, con ramitas del pasado, con barro de recuerdos.
Estuve
caminando cerca de esa casa, un 6 de otoño,
con el
viento frío, del pasado que no se recupera,
empujándome
hacia la casa por la senda.
Vi cerca,
entre el acantilado y la vivienda
a una
niña-mujer, a una mujer-hada, a un hada-poeta,
que con
oleos de palabras y letras
pintaba
paisajes del interior de las almas.
Bella,
radiantemente bella, distante, lejana,
su mirada
recorría el mar bravío, el cielo de tormenta,
me
descubrió observándola y mi alma fue un grito sordo,
tal era el
fuego y la fuerza de su mirada,
fue un segundo,
sólo un segundo corriendo,
que
nuestras pupilas en la distancia se unieron, y siguió mirando el cielo.
Me alejé,
me retiré, me sentí como invadiendo un templo,
subí la
colina luchando contra el viento
y, antes
que todo desapareciera en la distancia,
me llené
los ojos con la imagen etérea
de la
niña-mujer, de la mujer-hada, del hada-poeta
que con su
paleta de palabras, pinta paisajes del alma.
© Nito Biassi
Muy bueno tu poema y el juego de letras!
ResponderEliminarBesosss