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16/6/21

Poema de Nito Biassi

 


La casa del acantilado

                                     a Laura García del Castaño

 

Descendí a rappel por la vertical de la letra ele

hasta la línea horizontal de la misma,

que al estar inclinada me condujo suavemente

a una A como lágrima sin acento, sin contención,

que presagiaba el ulular de una U, como rumor

de vientos entre ramas de árboles desnudos,

que anunciaban que venia una ere suave,

para que una A de alma se acurruque en un rincón.

Una casa enclavada en lo más alto de un acantilado,

a sus pies, un mar bravío rompe olas contra los muros,

al costado de la casa entre brumas de recuerdos,

un árbol con las ramas desnudas, un Castaño,

nos muestra que en una de sus ramas,

un pájaro, con el pico herido por  hacerle un hueco a su jaula,

ha construido un nido, con ramitas del pasado, con barro de recuerdos.

Estuve caminando cerca de esa casa, un 6 de otoño,

con el viento frío, del pasado que no se recupera,

empujándome hacia la casa por la senda.

Vi cerca, entre el acantilado y la vivienda

a una niña-mujer, a una mujer-hada, a un hada-poeta,

que con oleos de palabras y letras

pintaba paisajes del interior de las almas.

Bella, radiantemente bella, distante, lejana,

su mirada recorría el mar bravío, el cielo de tormenta,

me descubrió observándola y mi alma fue un grito sordo,

tal era el fuego y la fuerza de su mirada,

fue un segundo, sólo un segundo corriendo,

que nuestras pupilas en la distancia se unieron, y siguió mirando el cielo.

Me alejé, me retiré, me sentí como invadiendo un templo,

subí la colina luchando contra el viento

y, antes que todo desapareciera en la distancia,

me llené los ojos con la imagen etérea

de la niña-mujer, de la mujer-hada, del hada-poeta

que con su paleta de palabras, pinta paisajes del alma.

 

© Nito Biassi

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