Yo no necesito de la noche
para parecerme a ella,
sino para sentir el oscuro desafío
que me enciende.
Juan Manuel Inchauspe
... iluminarse así en la crisálida de ser...
Héctor Piccoli
Solo en
apariencia
la noche es
el paso de los astros
es también
el recinto donde el cuerpo
convocado
por algún residuo de pasiones
emite
señales innegables.
Adusto
rumor en la costilla,
clave y
engranaje de los vínculos,
solo la
noche, suspendida entre presagios,
es la que
advierte el asedio
bajo el
reposo de los párpados.
Noche
abierta, entera en los fragmentos
concediendo
al espacio de los días
divagaciones
que exudan sortilegios.
Letras que
son dados alternándose
deslizan su
promesa por el reverso de las sábanas
cifrando la
invención de algún relato presentido
ajeno y
entrañable como el gesto
de meter
los pies en los zapatos.
Entonces la
mañana,
del principio
al fin,
es un final
de juego.
Diurno
discurrir de la palabra
encontrando
delicadas pulsaciones
disonancias
atinadas,
existencia provisoria,
mortal,
versátil, inconstante.
La amalgama
que ocasione el poema,
no
resultará de cierta gravidez nocturna
ni de las
redes de alguna reflexión tortuosa.
Trascurrirá
entre fluidos reverentes,
vaho
profético siempre en movimiento
luz que
tropieza o que se reconcilia
hasta albergarse en alguna presencia
que sin
vacilación, se sacia.
© María Lanese
Bello poema.Saludos y felicitaciones.
ResponderEliminarAnahí Duzevich Bezoz
Hermosa esa luz que tropieza o se reconcilia.Gracias
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