Canto a la
esperanza
Desperté
esta mañana porque cantaban los pájaros
vaya a
saberse qué pájaros eran los que tanto cantaban.
Avancé en
el pasillo de casa a tropiezos
porque
juegan los gatos a trepar en mis piernas como si de lana fueran
hilos que
tejen
el día
y tropecé
de inmediato con los juguetes dispersos
-como un
campo minado es mi casa, cositas de niños-.
Supe
mirarme al espejo y asomó una sonrisa,
mis ojos
más que
despiertos en un semblante que dice: Otro Día.
Puse la
pava al hervor, y supe que el calor llega también solitario a mi mesa
Y tropecé
en esa mesa con libros que leo.
Mi mesa de
trabajo está colmada de amigos que le dan palabra
a lo que
necesito.
Ahora estoy
aquí, tropezando en las teclas una alegría incierta que irradió lo pequeño
y siento
que la felicidad es esto, también, una serena paciencia, una semilla hacia el
aire
caricia en
las aguas por las que supe nadar,
y hoy
recuerdo
espesor de
la tierra en la que pude acostarme y gozar,
a la que
volveré a descansar
algún día.
Calor y luz
de ese fuego
de todos
los fuegos
que somos.
© Viviana Ayilef
Casi todos los días la vida cotidiana nos ofrece sus rostros y la/el poeta se deja conmover y escribe. tinA eLORRIAGA
ResponderEliminarMuy buen poema! Celebración por esa magnífica "alegría incierta que irradia lo pequeño". Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarEncantador tu poema en todos sus tropiezos.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Abrazo
Claudia