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28/4/21

Texto de Leonardo Vinci

 


    La vi dormir. Cada centímetro suyo inescrupuloso, cada complejidad. La sentí dormir. Como una nube de encajes o una red, el pelo desordenado entrecortaba el pudor perfumado de su nuca, librándose a su propia fortuna las puntas finales, entre los dos trapecios desnudos de níquel  y mi respiración. Las palabras resultan oscuridades al intentar describir el acontecimiento verdadero. No hay voz ni idea que pueda mecanografiar tan rápido la mirada; las curvaturas anárquicas y  magnéticas; la belleza astronómica que vive en las coordenadas cambiantes; nunca hubo una palabra capaz, no la hay. Sentí su pecho expandirse despacio, tímido y por momentos azaroso; como una incógnita, impredecible, dedicándose cada tanto a liberar palomares; y empujando contra mis manos, aún dormidas y desde algún designio de la naturaleza, las sensuales corolas de sus senos como flores. Y corregía  inesperadamente, sin pautas y con el sigilo de algo que se ignora, la órbita de su hombro, como la de un satélite o un faro. La vi dormir. La vi no estar; preguntármelo; como si se perdiera debajo de su propia piel; hundirse, no sé, desaparecer con toda su quietud; irse quizás sin saber si era jueves o qué; abandonar el almanaque; como si se saliera de la vida un rato; como un humito que vacila  llevándose consigo la risa de su último estremecimiento. La vi no estar, casi como un sueño, mientras yo caía muerto de amor dentro de su silencio besando su espalda. La vi dormir, como existiendo a medias y bajo mi cuidado. Me pregunté, acaso, dónde estaría. Pero su mano, que no era otra mano sino la suya, no dejaba de agarrarse con  insistencia de la mía.

 

© Leonardo Vinci

2 comentarios:

  1. Excelente! Belleza sublime, alta poesía. Gracias! Alfredo Lemon

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  2. La sublimación del momento. Muy hermoso. Gracias.

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