Tumba simbólica de César y otros. Cementerio de Tomé, 2004.
Debajo la Cordillera
a Gladys Ilarregui,
por ayudarme a vivir
Y no había
en su espacio una palabra. La tiza roja
embadurnaba
el piso desde el alba.
La risa
temblorosa de la sombra dormía.
El hastío
acechaba esa noche a porfía. Linda
la mar
arisca. Negro su reposar sombrío.
Y había una
casa, y la mató ese viento.
Y había
estudiantes, y los mató el sediento.
Sembrados
yacen bajo un cartel con nombres.
Asfixiados
de sangre y de esperanzas.
Y había
sonrisas florecidas en los gritos de miedo y en las celdas,
aunque el
sol las cubría, todo era negro.
Como la
enfermiza voz del carcelero.
Había
montañas, fundos, tomas, aulas, deseo
fábricas,
banderas, canciones, marchas, risas
poemas
trazados en mis entrañas.
Y huho
muertos sin cara. Cientos de cuervos pavoneándose
como los
pavos reales, con sus colas abiertas
chorreándoles
sangre ajena.
Chile
apegado como el musguito a la piedra
romperé su
silencio con palabra nueva. Y habrá un día.
En los
porfiados siglos, habrá un día.
© Marta Zabaleta (Poema y foto)
muchas gcacias, Gustavo, por publicar mi homenaje a algunos de mis ex estudiantes desaparecidos en su temprana edad.Abrazo
ResponderEliminarCrudo poema! Vale!
ResponderEliminarIntenso poema necesario, gracias
ResponderEliminarLa memoria desde el corazón y las entrañas que incansablemente nos entrega Marta y que mantiene vivos a nuestros compañeros
ResponderEliminarMuchas gracias. Me haces entir menos afuerina; Soy santafesina.
ResponderEliminarGracias, Silvina Vuckovic: aunque tengo 83 años, lo que vivi(mos) no lo olvido. Abrazos.
ResponderEliminar¡Tremendo y bello poema! Duele y atrae. Me encantó el remate. Bravo!
ResponderEliminar