Una semblanza apenas tristona
Mi mamá
cosía y descosía botones a destajo/ punteaba dobladillos/ zurcía medias
como único estigma de feminidad.
La prisa y
la calma -no necesariamente en ese orden-
eran los
dos ingredientes basales en las comidas preparadas con esa casi exclusiva
habilidad
femenina de hacer mucho simultáneamente,
y en todos
los pasos avanzados.
Supo de
lealtades inquebrantables, aun al límite de las equivocaciones
y de tardes
azules, pletóricas de música y catequesis.
Sus
abrazos, más celestes que azules en tanto,
solían
desprenderse subrepticiamente porque los silencios
cada tanto ganaban la batalla cotidiana.
Las
iniquidades contaminaron en pequeñas dosis su alma abierta a las buenas causas,
grandes y
otras no tanto,
(al fin y
al cabo todos lo hacemos)
y sus
mayores placeres: el rosario vespertino
el
té vespertino, (con o sin facturas)
los
intercambios telefónicos vespertinos
las
ansias vespertinas.
Leyó todo
lo que pudo y garabateó cuentos y poemas
y, supongo,
que el buen dios a quien se encomendó filucialmente,
le habrá
asignado una estrella
desde donde
otearnos…
© Sergio Gustavo Soler
Me encantó, este recorrido por todo lo que significa tu madre.
ResponderEliminarAbrazos
Elisabet
Sólo vos, lo podes decir de ests manera! Felicitaciones!
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