RELOJES 1
Sus piernas
en el agua y bajo el caldo verde, el brillo en el lomo de los peces,
voracidades plateadas encarnándose en los pelos, el abrazo de la arena en sus
raíces.
El paisaje
de la costa se disuelve en las orillas hasta él,
inútil faro
con el agua hasta el pecho,
que piensa
en la piedra celeste,
en los
hombros de Atlas,
en el
cansancio de permanecer.
Miedo de
que la balanza improvise este nuevo equilibrio,
vértigo en
las variaciones del ocaso.
La tierra
enjuga su gravedad,
los dedos
descubren los siglos en el caparazón de la tortuga,
Atlas se
reconoce y lamenta,
la noche se
aplasta y rueda por suelo.
De pronto
la realidad se resume en el sumidero de un dialogo binario.
Cuando cese
la imaginación toda imagen habrá concluido.
Casi
siempre un dorado oportuno suena en el agua,
ruido de
palmas intermitentes que lo devuelve a la siesta,
al rigor de
su línea que divide la corriente,
al tiempo
que aún empuja este río de plomo.
© Francisco
Avendaño
bellamente imaginativo este poema nos transmite la sensación de estar sumergido en una paisaje abisal y a la vez emergidos entre luces y sombras vertiginosas que se dejan ser en la imaginación, ante cuyo límite, nos descubrimos nadando en el río de plomo de lo real.
ResponderEliminarGracias,
Walter Mondragón