La presa
El gato
acaba de llevarse
a la paloma
entre los dientes.
Su amor de
carne blanca se irá saciando
a medida
que horade
la seda de
la pluma que envuelve el corazón.
Nosotras,
la jardinera y yo,
sólo
atinamos a gritar
antes de
hacer el ademán inverosímil
de
disuadirlo
con esa
lentitud de las estatuas
postradas
en el sueño.
Volvamos al
principio,
la mujer y
su gato, cada uno en lo suyo. Ella
que se
retira el pelo de la cara,
mi ojo
atrás del ventanal
del gato
que se lame
al gesto de
la mano sucia de barro.
¿Qué fue
primero,
el estallido
del pecho contra la trampa de los vidrios,
la
confianza del pájaro sesgada por la luz
de la hora
del ángel
que
desdibuja los contornos?
Querida, en
el mínimo cielo de tu patio
pasan las
mismas cosas
que en el
vasto universo,
sólo que la distancia
mitiga las
secuelas de la ferocidad.
© Estela Zanlungo
Muy buena descripción, muy bien escrito. Inquiere y punza con interrogaciones poéticas profundas. Alfredo Lemon
ResponderEliminarEste poema no quiere ser metafórico aunque desliza al simbolismo en su primera parte, en el fondo nos revela nuestra propia crueldad. Si no hacemos nada ante el gato que hiere la paloma, y luego en el recuento, cuando adoptamos la visión objetiva del analista nos seduce la idea de considerar la universalidad de lo que pasa en el propio patio, de lo ineluctable, ante lo cual nada podemos oponer.
ResponderEliminarMe parece muy bien traído.
Gracias,
W.M.
Qué hermoso poema Estela. La cercanía acrecienta el horror. Graciela Mitre
ResponderEliminarGracias por la difusión, Gus!
ResponderEliminarUn poema que a partir de un hecho cotidiano y concreto, nos lleva a varias interpretaciones, a mi la seda de las alas y la carne blanca me llevó a imaginar la trata de blancas, el abuso contra la mujer, en fin, entre otras cosas y al final...¿qué hacemos ante esto? ¿cuál es el gesto, más allá de despejar el cabello en nuestra cara? He ahí lo más importante.
ResponderEliminarUn abrazo
Juany Rojas