Y uno
siempre va tratando de sumarle caricias a la
herida,
pero el cuento regresa a veces con su prosa
de hielo. Y
entonces despertamos cuando no
debemos
despertarnos.
Y la
palabra que nos aturde es Dios, el signo
que nos
pesa sobre la pupila huérfana es
infinitamente
todo el cielo.
Pero luego
ciertos lugares, ciertas voces nos
informan
que se siguen trazando algunos puentes
como lazos
de plata.
Algunas
puertas como gargantas azules
liberan
estrellas que se hunden
en el
pecho. Miradas como alas de vidrio,
nos
justifican las calles otoñales, regadas
de
ventanas
con madres que no saben morirse,
de
cuadernos con sus mayos abiertos
al reloj
recién amanecido de los hijos.
© Beatriz Arias
Siempre con la fuerza y la calidad estetica de tu poesìa un cariño grande y Felicitaciones
ResponderEliminarMuchas gracias Gus por tu generosidad. Besos
ResponderEliminarBeatriz
muchas gracias Norberto por tus palabras. Abrazos
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