LA MUERTE, POR FIN
Pamela despertó la mañana
del 3 de julio de 1971
y encontró a Jim muerto en la bañera.
Tres o cuatro lobos
(visibles ahora,
en su trágica belleza)
le lamían los ojos.
Tres o cuatro lobas aullaban.
Él sonreía, dijo ella
(una sonrisa de muerte satisfecha,
una sonrisa infecciosa que rodó como una
epidemia
por las calles de París
cuando Pamela abrió la ventana
y los lobos se desvanecieron
tocados por la rutina del sol).
Ella también rodó,
hasta 1974,
hasta Los Angeles,
hasta el sofá y la heroína.
Si sonrió al final
(si sonrió satisfecha
en un eructo de leche y miel)
es un secreto que los lobos se llevaron
grabado en los colmillos.
© Raquel Fernández
abrazo, Raquel,
ResponderEliminarComo siempre , tus poemas me llegan. Bravo Raquel...
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