LOS QUE CAMINAN Y EL CARNICERO
Se camina como todos los días, sin embargo
hay piedras muy pequeñas que al pisarse,
alteran el ritmo, desacomodan el envión con
que se va,
y ya nada es igual.
En un descuido la tarde te devora
sin tener en cuenta tu estado, aún a costa
de cuidarte
como esos enfermos que toman conciencia
de sus limitaciones.
El carnicero, por su parte, esgrime su
habilidad
con la cuchilla y corta como un maestro de
ceremonias
la bola de lomo, el cuadril y otros pedidos
desarmando la media red.
Él es un hombre común y no tiene tiempo
de salir a caminar, llega cansado a su
casa,
le duelen las piernas, las articulaciones,
el frío de la cámara surte su efecto,
él prefiere acostarse sin pensar demasiado.
El carnicero es un hombre atento
y a juzgar por la fuerza que demuestra
cuando levanta las reses hasta colgarlas
del riel
que hay detrás del mostrador, también está
en un estado excepcional. El sabe de cortes
y cierta calidad en la carne que le sirve
para mantener sobre su persona una simpatía
que las clientas no tienen con cualquiera.
Las clientas sí tienen maridos que caminan
por la tarde. Ellas les eligen la
indumentaria
deportiva, y las zapatillas que aún
de buena calidad no pueden evitar los
efectos
de una piedra muy pequeña cuando es pisada.
La piedra tiene la virtud de poner a todos
en el lugar de cualquier hijo de vecino,
sabe bien que todos tienen su talón de Aquiles,
un esguince es la señal de los efectos
que puede provocar.
Es probable que el carnicero tenga
problemas
severos de salud, que tenga que dejar de
trabajar,
y hasta es posible que muera antes
que cualquiera de los maridos de las
mujeres
que conforman su clientela. Si caminara
todos los días, quizá evite estos
desenlaces
que enojan a esas mujeres que tiene que
armarse
de paciencia hasta acostumbrarse a ese
muchacho
joven que vendrá a reemplazarlo
sin ser tan efectivo con los cortes
solicitados,
dándoles el más magro de los trozos de
carne.
Sus maridos no saben de estas cosas,
pero están convencidos que deben caminar
todos los días para evitar terminar como el
carnicero
ese del que le hablan sus mujeres,
y en el fondo sienten que hay un riel
invisible donde ellos se trasladan igual
que reses
terminando por satisfacer alguna necesidad.
© Patricio Emilio
Torne
Un poema sobre la necesidad, abrazo, Pato,
ResponderEliminarCata Boccardo