El árbol de la mora
Era el árbol que me enseñó
la dureza de la madera,
la rugosidad de la corteza,
el color verde de la clorofila
que tiñe piernas brazos y rodillas.
La dulzura de sus frutos
deslizándose por mi boca,
era el árbol de la mora.
Año tras año, primavera tras primavera,
la mora marca el paso del tiempo
con rítmico y cadencioso dulzor.
Cuando las mariposas aleteaban
cambiando el hambre por emoción,
una mora blanca, una mora negra,
sostenida por tus labios, mis labios,
me regalaron el primer beso de amor.
Cuando el tiempo se hace tarde de sol,
y la vida me regala un momento de calor,
con mi hijo sobre mis hombros,
le enseñare a probar de ese árbol,
que la naturaleza siempre te da un nuevo
sabor.
Cuando el sol avance más rápido que mis
pasos,
y necesite un apoyo para equilibrar mi
caminar,
bajo el árbol de la mora, tomaré un
respiro,
y con sus frutos refrescaré mi cuerpo
cansino
para unos pasos más en la vida poder dar.
Año tras año, primavera tras primavera,
la mora marca el paso del tiempo
con rítmico y cadencioso dulzor.
Y cuando ya no pueda más mis huesos llevar,
no quiero cajón, quiero que mi cuerpo se
haga cenizas,
y que en las raíces del árbol de mora me
han de sepultar,
quiero ser fruto que año tras año vuelva
la vida endulzar.
© Nito Biassi
Volver siempre para abrazar cálidamente, bello poema.
ResponderEliminarAbrazos
Elisabet
Qué seguimiento haces con las moras. Será tu hábitad, ahora entiendo. Un cariño poeta.
ResponderEliminarTu poesía me llevó a la infancia, a las siestas cosechando moras. Gracias. Griselda Rulfo
ResponderEliminarSiempre un árbol que nos marca la vida! muy bueno
ResponderEliminarUn abrazo Graciela Barbero