Las viejas vieron, todas las hojas daban los colores; el mechay, el amarillo y el azul lo hacía la madera. Se iniciaron entonces en la ciencia del teñido.
En un perol de aluminio hervían cáscara de
árbol, flores de dalia, orujo de manzana.
En días largos se tejía en el patio, la
casa era una sola. Los niños no se dejaban fuera de las cosas, vendían los
tejidos en la escuela para comprar zapatos.
© Marisa Negri
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