Hay que andar como si una
finísima cuerda te tirase
desde la coronilla para elevar
y enderezar la espina,
cada vértebra.
Así, se centra la cadera,
el vientre se relaja
y se adelanta
el coxis.
Estirada por fuera
los ojos se cierran
casi solos y una siente
que cae
dentro de sí,
que flota un poco.
¿Alguna vez podré lograrlo,
me pregunto
hecha un nudo de mí,
como el tronco de una higuera,
como esos pequeños átomos
que se me armaban de chica
en las costuras,
cualquier cosa menos
una estilizada caminante?
¿Ninguna fibra
tensándome por fuera,
ningún efector interior
de flotación?
© Daniela Camozzi
Bienvenida Daniela a este sitio que pretende difundir a poetas contemporáneos, un abz, Gus.
ResponderEliminarMuchas gracias, Gustavo, un gran abrazo! Daniela
ResponderEliminarBienvenida Daniela a este sitio generoso que dirije Gustavo Tisocco.Me encantó tu poema, original y muy bien escrito, creo además, que la postura corporal repercute en lo interno del pararse ante la vida (y viceversa) según lo enseña el Yoga. Saludo desde Córdoba Alfredo Lemon
ResponderEliminarBienvenida DANIELA, buen poema que nos enseña a estar posiciona en la vida.
ResponderEliminarAna Romano.
Bienvenida!
ResponderEliminarPensé en el yoga. Recordé a mi hermana mayor-mayor, haciéndome caminar derecha con un libro en la cabeza (y muchos libros leídos)
ResponderEliminarMe esfuerzo por caminar derecha (rumbo siempre a la izquierda nac y pop)
Hermoso poema!
Verónica M. Capellino