Teorema
Un amor elevado a la enésima potencia
no sabe de números primos
monomios y
polinomios
y mucho menos de catetos e
hipotenusas
pero sí de tribulaciones esperanzadas tras
un beso
de renunciamientos pagados con una sonrisa
y de soledades compartidas en el abrazo
cotidiano y en la caricia ofrendada.
Los besos no son esféricos
ni geométricos
ni cuánticos,
pero multiplican el anhelo de la unión
de la carne –simbiosis perfecta no binaria
del alma- alquimia inexplicable por
cualquier teorema.
A veces lo abruma la raíz cuadrada de un
suspiro
otras, deja resbalar alguna pena por la
tangente.
En el éxtasis sublima gozo infinitesimal
aunque suele recoger alguna que otra
desdicha
al cubo o al cuadrado (¡qué más dá!)
Cada sonrisa determina el seno del ángulo
afectivo,
cada lágrima, en tanto, enjuga a su coseno.
A su diámetro no lo abarcan los pi o los
radios
y a su perímetro no le bastan todas las
aristas porque no es
circunferencial
piramidal y aún menos
romboidal.
Lo abarca la infinita inmensidad
reducida a la superficie de un mate
calentito,
de
un caramelo o
de
una mirada
trigonométricamete lasciva
cuadráticamente arrobada
o piramidalmente comprensiva.
Las manos amantes amasan caricias
directrices
e –indican las estadísticas- la
probabilidad del incremento de los latidos
es mayor en alguien flechado por Cupido.
Es casi segura la sensación de bienestar al
saberse querido
al igual que siempre se acerca a cero al
límite matemático
aunque nunca lo sería, es decir la nulidad,
si hay verdadero amor.
Las ensoñaciones y los ideales abundan
del mismo modo que una ensalada de números
imaginarios
y como en el principio algebraico basal
lo positivo con lo positivo es positivo
y lo negativo con negativo es positivo.
Siempre de a dos, se entiende.
Si parafraseáramos a lo dicho por un
general –que también supo enamorarse-,
para un enamorado no hay nada mejor que
otro enamorado.
Relación de igualdad, que le dicen.
Tiene por factor común a la compañía y
a
la cercanía (con perdón de la aliteración)
aunque la distancia se deja acortar en el
recuerdo
por más que a los extremos opuestos los
separe una inmensidad.
Generalmente se representa con líneas
perpendiculares
que en algún punto se cruzan como se cruzan
dos almas gemelas,
aunque hay amores paralelos que corren por
sendas distintas a las que las separa una
distancia proporcional.
Con la pasión inicial logra que los poros y
las pieles se ericen exponencialmente.
Con la pasión amenguada por el paso de los
años compartidos, el cariño es un logaritmo
necesario e irreductible.
Con el avance senil, la expresión amorosa
se reduce a una ecuación
con una incógnita o dos.
Un amor no es matemática.
Ni más ni menos.
Es ella, es él, es nosotros, es ellos. O
viceversa.
El orden de los factores no altera el
producto.
Ergo, el orden de los amores, tampoco.
© Sergio Gustavo Soler
estoy con los ojos fijos en tus palabras. soy cero en matematica y recuerdo el horror por aprobar. sin embargo admiro tu poema, la ductilidad con que has organizado tan bella historia.
ResponderEliminarsusana zazzetti
Matemática del amor, geometría sagrada! Tus palabras trasmiten esas etapas de la pasión que se disparan en imágenes y construcciones expresadas con oficio y destreza en el poema. Muy bueno, imaginación y sensaciones. Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarHermoso poema, Sergio!! La matemática también es substancia elemental de ausencias y de lejanías. Felicitaciones, poeta!!
ResponderEliminarHermoso, creo que amor y matemáticas no corren paralelos, acaso ¿1+1 no es igual a 1? ¿2 en 1? 😁 abrazo Sergio.
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