Plegaria apócrifa
Prohibido caer hasta tu cuerpo
y ganar en tu cama la almohada de tus
brazos.
Háganse tus voluntades
aunque yo no las entienda.
Que un pájaro pase su ala y repase
la caricia que no está o adivine la línea
de la vida que no fue.
Que un Dios sagrado
muerda tu témpano
como quien deshace el frío,
beba mi sed de años de vos
como quien evapora al mar.
Prohibido bañarse en una lágrima de agua
salada.
Que todas las mañanas
intentemos una plegaria en tu nombre y en
el mío
sagrado secreto a voces
en un amanecer sin sospechas.
Que la próxima copa de vino sea nuestra
y no nos quemen los labios las palabras
Que la luna nos estruje en lugares
prohibidos
donde dejar despojos enamorados.
Que nos devore el sol, a mí primero…
para escribir mil páginas o tal vez, una
menos.
Que no queden restos que delaten nuestro
encuentro.
Que los que se psicoanalizan en brazos del
demonio
se muerdan los labios de bronca o de
envidia.
Y tú y yo, libres de caer en la tentación,
agitemos nuestras alas
para echar a volar sin paracaídas.
Pero antes, entonemos nuestro credo.
Que el ojazo del cielo nos aplaste
y el oro de sus rayos devalúe
que lo hermoso de lo hermoso se desgaste.
Que el mundo siga respirando
nosotros viviendo y vos brillando
Que perpetúes un gemido, ahí,
en la desembocadura.
Que el viento anuncie que estás en celo.
Que alguien bese tus miedos convirtiéndolos
en sueños
y te convenza de que puedes hacerlos
realidad.
Que de cada beso nazca una poesía.
Que salgamos ardiendo, intentando salir
ilesos.
Oremos para que tú le robes formas
al ondulante espejo,
para que serpentees en mi cuello
con algas robadas al cielo.
Hagamos una cadena de oración
para que puedan volar nuestros cuerpos, tus
ganas, mi fuego.
Para estrellarnos ya habrá tiempo.
Hagamos la pregunta que culmina las
oraciones,
que le da respuestas a nuestro especial
modo de tener fe.
¿Cuántas veces hemos hecho el amor?
¿Y cuántas veces lo hemos dejado de hacer?.
Que yo pueda desnudarte la piel y morderte
el alma
Que tú puedas pisarle los pies a todos mis
demonios.
Que nadie sepa que el infierno también
tiene su lado bueno.
© Juan Carlos
Rodríguez
Un poeta que trasmite la pasión en cada verso. Pinta al mismo con colores de primavera, aunque sea pleno invierno. La pasión no se mide, se siente.
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