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23/8/20

Texto de Leonardo Vinci



Desvestirte lentamente, sin que sueltes la rosa; con la más completa suavidad, y descaro. Tirar lento de cada hilo, de cada cinta sedosa o encaje que comprime apenas tu cuerpo. Deslizar los dedos, mi carne, yo mismo en cada falange corriendo entre tu piel, la más tierna trayectoria que he conocido, y la textura ajustada y erótica de la filigrana prensil. Así es como te desvisto yo, sin saber, sin haber aprendido nunca nada, hasta dejar tu alma desnuda sobre la mesa, incandescente, trémula como la llama de una vela; como una poesía pensada gota a gota en el invierno, entre manotazos de libros y vinos agrios, y almanaques que truecan óxido por níquel en tu perímetro. Perfume; sonido de roces girando en la atmósfera, aliento que se oye, palpitaciones. Y volver repetidamente a tus ojos, a cada instante a tus ojos imprescindibles; para retornar a la piel que se eriza, y otra vez volver; y así, hasta llegar al todo.

…Y doy, una de mis piedras, preciosa…o guijarro de nada, por saberte. Dos, por mirarte. Tres de esas, por tocarte. Y toda mi montaña, entera, este territorio que es lo único que tengo y nada más, por estar dentro de tu corazón; antes de hacerme yo mismo piedra, y después polvo.

© Leonardo Vinci

2 comentarios:

  1. Alto erotismo en esta poesía sutil, de pinceladas precisas, muy sugerente, se siente, puede olerse! Además muy justa la ilustración de Gustavo. Gracias! Alfredo Lemon

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