En mi infancia una melancolía se me acercó,
me dijo que iba a soportarla mejor
cuando llegara a la adultez y tuvo razón,
en ese entonces no tenía armas,
sólo los ojos, largas horas de sueño,
ciertas dependencias satisfechas a medias.
Para todo iba a ser la primera vez.
Aprendía velozmente y dolía enseguida
también.
Hay quienes no se cruzan con la melancolía
en la niñez,
por eso sólo se acuerdan de los
descubrimientos buenos,
la melancolía se les retrasó.
Es fácil darse cuenta:
ellos sonríen de otra manera.
© Luciana Ravazzani
En todo poema hay espacio para la melancolía decía Rilke. Lo interesante es como bien lo indicas en el tuyo, Luciana, darse cuenta y trasmutarlo en palabras y sentires de belleza. Alfredo Lemon
ResponderEliminarHermoso
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