De la procedencia de la luz
La luz viene siempre desde fuera
léase sol astros fuego lámpara:
nosotros somos oscuridad.
¿Pero la luz viene siempre desde fuera?
¿En el principio era la oscuridad y la luz sobrevino?
¿Desde qué afuera?
¿O en el principio la luz era un adentro?
¿Y la idea de la luz dónde sucede?
¿Podía alguien ver la luz si nadie había?
¿Podía alguien llamarla luz e iluminarse?
Entre el afuera y el adentro, la luz.
Nosotros somos un canal de luz, un río,
un mirar, un nombrar, un alumbrarse.
¿La luz que vino siempre desde fuera
se hizo en la carne y habitó en nosotros?
¿Ahora otra vez la luz será un adentro?
¿Habrá sol astros fuego lámpara en tu pecho,
en tu retina, en una circunvolución de tu cerebro?
Nosotros somos luz.
Ahora la oscuridad es un afuera
que reinará cuando nos apaguemos.
¿Y, cuando nos apaguemos,
volveremos hacia la luz primera?
¿Nos envolverá la oscuridad temprana?
¿Seremos luz, seremos nada?
Cierro los ojos.
La luz de la memoria
-el hombre teme más al olvido que a la muerte-
me devuelve a un hombre que se llamó Machado:
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
¿De dónde viene la luz de este poema?
¿Del afuera que es Machado o del adentro que lo recuerda?
Insisto: ¿la luz viene siempre desde fuera?
© Gabriel Chávez Casazola
no lo sé, gabriel. en este momento la luz viene hacia mí desde tu poema. maravillosa reflexión. susana zazzetti.
ResponderEliminarMuy bien armado este poema Gabriel, a la manera de un "ouróboros" donde las preguntas van y vuelven y se entrelazan y enhebran respuestas provisorias y frases inquietantes. Seremos luz, seremos nada? De dónde proviene la luz, en dónde reside la tiniebla?...Gracias! Alfredo Lemon desde Córdoba
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ResponderEliminarTenés que leer a Chavez Casazola recomienda Rivella. Y aquí estoy, frente a tu poema, respondiendo a lo que puedo, a lo que me deja ver la poca luz que a veces asiste a los hombres.
Lily Chavez
Sólo sé que este poema filosófico-religioso es un juego muy sofisticado y bello, en el que como toda aporia, se termina en nada, pero bellamente.
ResponderEliminarGracias,
Walter Mondragón