Víctor "Pajarito" Cuello recuerda a Horacio Peroncini
ESTA ÍNTIMA
VOZ...
Esta íntima
voz que me levanta
¿de qué
profundos hontanares viene?.
Algo vital
y diferente tiene,
que sobre
el polvo de las ruinas canta.
Algo que
lágrima y dolor decanta
y a toda
sombra su soledad se aviene.
¿En qué
raíces su raíz sostiene,
esta íntima
voz que me levanta?
Sin que yo
sepa qué valor la escuda,
exenta
siempre de temor y duda,
aún por
encima de mis dudas: canta.
Y tiene
tanta plenitud su acento
que, en el
trasfondo de mi voz, yo siento:
esta íntima
voz que me levanta.
© Horacio Peroncini
(1915 - 1972)
FÁBRICA
"Los planes económicos son
más eficaces que las piedras
para romper los vidrios de una
fábrica."
Juan Uva
la ventana
rota deja escapar ruidos y luces
el viento
chilla sobre pedazos de palomas muertas
la
producción no se detiene
nadie se
mueve de sus puestos
mi madre
sigue embalando medias cosidas y reforzadas
con los
aportes que jamás reconocieron
sus
compañeras de sector apilan toallas y arrugas
los
supervisores cuentan pedidos para ignorar que están muertos
la fábrica
es un bloque de cemento en la pantalla
el primero
que olvide: apague la luz
© Víctor "Pajarito" Cuello
9 comentarios:
La perfección y la esperanza del soneto; el puñal de ese verso que rubrica: "el primero que olvide: apague la luz". MO-nu-men-tal.
Hermoso homenaje a un ser que ha dejado huellas de inmigrante.
Disfruto mucho de tu poesía "Pajarito"
Que profundidad en ambos escritos, por favor, un lujo de lecturas.
Saludos.
Anahí Duzevich Bezoz
Un placer leer los dos poema.
Profundos..Ana Romano
Gracias por traer a Horacio, gracias por movilizarnos con su poesía y con la tuya. Un placer leerlos.
Lily Chavez
Bellísimo soneto y tu gran poema!!
Besosss
Horacio Peronsini: Precioso poema; siempre en alto la voz… el canto.
Victor “pajarito” Cuello: cuanta belleza en sus palabras para un momento doloroso rapado a sus recuerdos.
Excelente aporte.
La "íntima voz" del poeta se hace cadenciosa en el hermoso soneto. Gracias por presentarlo. Bello tu poema habitado fantasmas con sus ritos en esa fábrica que les comió la vida. Un placer estas lecturas. Verónica M. Capellino
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