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20/6/20

Leandro Calle recuerda a Elizabeth Azcona Cranwell





Signos Herméticos

I

La partera no pronunció mi nombre
               cuando nací.
Sólo gritó mi sexo
como un color
como una nota.
Luego se dedicó a trizar el abandono
con tijeras enormes
con una piel de ruiseñor
en sus hábiles dedos.

II

Yo no llamé a mi madre
no podía decir
no podía rezar
no podía cantar.
Veía un agua azul
un agua gris
verdosa
cosas que se borraban con su cuerpo
atavíos sin libertad para elegir.

© Elizabeth Azcona Cranwell
(Buenos Aires 1933-2004)



Al entierro del perro va mi padre
y detrás de mi padre mis seis años
y arriba de nosotros va la noche
con su cabello lacio sin estrellas.
La linterna, la pala y el dolor
hurgan perdidos en la noche oscura.
Mi padre cava un pozo mientras lloro
y el perro ya no muere, se está quieto.
El pozo es hondo, la tristeza es honda
y el animal parece que flotara.
La tierra es una boca gigantesca
ávida al fin de su ración de carne.
El perro hecho un ovillo, ya en la manta,
se hinchó de lejanía y de sosiego.
Una hormiga se adentra en el hocico
y comienza su viaje temerario.
El perro entra en la tierra. Con mi padre
entramos a una zona de dolor.
A un costado, la pala tiene sed
la linterna, a tientas, busca el agua
que anidaba por los ojos del perro.
El pozo es húmedo y profundo. Duerme
el perro. Mi padre descansa. Lloro,
mi llanto es sin consuelo porque entiendo
que la muerte me espera al otro lado.
No se puede escapar. Nadie se escapa.
La tierra hace un trabajo de silencio,
come huevos de luz, bebe la sombra.
Llega el momento de tapar al perro
palada tras palada va mi padre
tapando las costillas de la muerte
escupido de dios va construyendo
una memoria de sal. Un ladrido
humano. Muñón de sol tierra adentro.
El perro vive en nuestros corazones
pero entonces, si vive y se despierta
¿cómo podrá salir de entre la tierra?
Mi oreja en el piso busca escuchar
el latido del perro que despierta
pero el perro está muerto y el silencio
lame mi corazón con su cuchillo.
Ya no hay nada que hacer, ha terminado
la labor de mi padre. Muerto el perro
enterrado en el centro de la tierra
resta cerrar los ojos y olvidar.
Volvemos con la pala y la linterna
nos lavamos las manos y la cara.
Un beso en la mejilla y a dormir.
Me duermo. Sueño y en el sueño el perro
me habla de las flores y los frutos.
Luego se pone serio y se pregunta:
¿Qué vas  a darnos tierra, tu silencio?
Yo lo miro correr entre las nubes
él repite preguntas, las responde
luego llega hasta mí y me amonesta:
este país se hunde tierra adentro
en tierra está enterrado, lo velamos
y el olor a podrido nos asusta.
Recoge la linterna, sin tu padre,
alza la pala y cava, cava un pozo
en el medio de la noche y llora.
Busca un hueso de luz. Deja la sombra
no es el momento de enterrar los huesos
ahora es el momento de buscarlos.
Toma la pala y cava. Cava, cava
hay un país adentro de la tierra.

                                                     Cava.

© Leandro Calle

5 comentarios:

  1. Dos poemazos!!!
    Carlos morteo

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  2. Hermoso tu poema Leandro , lo recuerdo y siempre me conmueve.

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  3. De la gran poeta que fue Elizabeth Azcona Cranwell, Jorge Luis Borges dijo: "su poesía parece dictada por dos pasiones: la de sentir y la de comprender lo sentido". Del gran poeta y columnista que es Leandro Calle, Jorge Boccanera ha dicho: "la fuerza de su poesía está íntimamente enlazada a la atención que el autor le presta a su entorno, es decir, a su calidad de observación." Bravo! Coincido y celebro! Bendiciones! Alfredo Lemon

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  4. Oh, bellos poemas de Elizabeth, profundos, sensibles y en este poema tuyo Leandro, me hace sentir que Nif ha regresado un poco. Para volver hacia otra cosa, igual de sensible. Hermoso

    Lily Chavez

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  5. ¡Qué bueno el poema de E.A.C.! Y el tuyo, Leandro, me llenó de tristeza porque recordé a mis perros adorados que se fueron muriendo a lo largo de mi vida y están enterrados en el jardín.

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