14/6/20

Daniel Ruiz Rubini recuerda a Alberto Lagunas


EN ESTA CASA YA NO CABEN LOS MUERTOS

a Edna Pozzi

En esta casa ya no caben los muertos.
No a medianoche entre velas
ni en la niebla que confunde el paisaje
sino al mediodía
y a pleno sol
en las llanuras como un llanto infinito.
O entre montañas
que repiten el llanto.
Allí debemos sentarnos
y tratar de comprender
el pasadizo que une
el pasado
con las huellas del presente.

Sin culpas
sin miedos
eludiendo mentiras
de los que empuñan la verdad.

Inocentes como el lobo
apaleado en las fábulas.
Inocente como el cóndor
de Olegario Víctor Andrade.
Y también con lo recordado
que dijo José Hernández.
Bárbaros
como un joven hachador
desnudo.
No sabemos ya
cómo continuar.

(Cuántas voces a coro siguen diciéndonos
“yo fui viajero del dolor”
en caminos del fango sin tiempo)

En esta casa ya no caben los muertos.
En yuyales insepultos
están los muertos de Huaqui
los de Cancha Rayada
los de Vilcapugio, los de Ayohuma.
Y en desfiles patrios
los fantasmas desfilan.
Son los fantasmas de los guerreros
que iban a conquistar en siete días Asunción
y escondidos siguen sus cuerpos
pudriéndose
en pantanos tropicales.

Dónde quedaron los muertos
del 16 de septiembre de 1955
ametrallados por aviones
en Plaza de Mayo.
O los que acribillados caían
en el puente de Arroyo Saladillo.
O los degollados
que morían bailando
la refalosa en su propia sangre.

No son rumores.
En esta casa ya no caben los muertos.
Los gritos ahogados en los campos
de concentración
de los cuarteles,
miles de voces enmudecidas por la tierra.
Y la muerte por agua
solloza gritando por las noches
en las costas del Atlántico Sur.
O los mártires torturados y muertos
por ser hombres cuyo delito fue
escribir nombre de varón
en el corazón de sus almohadas.

Teas apagadas por el espantoso
susurro: “yo fui viajero del dolor”

qué herencia de la patria dolida
nos queda
si ni siquiera hay fuego para quemar tanta mentira.

© Alberto Lagunas
Nació en San Nicolás en 1940 y murió en Rosario en 2018





HABLAMOS

Hablamos de la tristeza de un domingo
de la lluvia
que hace dormir el pavimento.
Hablamos de música o de alguna comedia
de Verónica que canta a Edith Piaf
y hace que París brote en su garganta.

Hablamos de un poema lastimado
de una casa habitada por reptiles
de un baldío
donde orinan los fantasmas.

Hablamos de  las rosas
que arruinaron los pulgones
del libro que pesa como el mar
en los estantes de un recuerdo.

Hablamos del clima y los relojes.
Hablamos del amigo que esparce el azafrán
sobre el arroz de nuestro insomnio.

Hablamos de momentos enterrados.
Hablamos del amor por las palabras
y de tantos cuadernos sin usar.

Hablamos.
Hablamos.
Siempre hablamos.

Para no hablar de nosotros
hablamos.

© Daniel Ruiz Rubini

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2 comentarios:

Blogger María Sonia Quevedo Hoyos ha dicho...

Alberto Lagunas: ¡Ah!, que dura visión de los momentos que fija la memoria, la violenta historia.

Daniel Ruiz Rubini: Dejadez, evasión, dolor. Vacío.
Fuerte.

17 de junio de 2020, 19:04  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Dos poemas, con mucha imágenes increíbles, gracias

7 de mayo de 2022, 9:53  

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