(…)
Estoy oyendo ahora una música selvática,
casi apenas batuque y ritmo que viene de una casa vecina donde jóvenes drogados
viven el presente. Un instante más de ritmo incesante, incesante, y me ocurre
algo terrible.
Es que pasaré a causa del ritmo en su
paroxismo, pasaré hacia el otro lado de la vida. ¿Cómo decírtelo? Es terrible y
me amenaza. Siento que ya no puedo parar y me asusto. Intento distraerme del
miedo. Pero hace mucho que paró de martillar real: estoy siendo el incesante
martillar en mí. Del cual tengo que liberarme. Pero no lo logro: el otro lado
de mí me llama. Los pasos que oigo son los míos.
Como si arrancara de las profundidades de
la tierra las nudosas raíces de un árbol descomunal, es así que te escribo, y
esas raíces como si fueran poderosos tentáculos como voluminosos cuerpos
desnudos de fuertes mujeres envueltas en serpientes y en carnales deseos de
realización, y todo esto es una oración de misa negra, y un pedido rastrero de
amén: porque aquello que es malo está desprotegido y necesita de la anuencia de
Dios: he aquí la creación.
(…)
© Clarice Lispector
Tr.Florencia Garramuño
la inexistente pared nos angustia
tu desaparición
capaz de cualquier espera
diez minutos
un siglo
las
manos también
tu pared
desvanecida
fantasma
me toca
© Catalina Boccardo
Me encanta Clarice Lispéctor. Muy bueno tu poema.
ResponderEliminarEn fin, con Lispector no soy objetivo, cada cosa de ella me puede. Ahora que contigo... esa poesía hablando de incomunicación, de desapariciones y muros que no existen... todo muy bueno.
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