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17/6/20

Ariel Ovando recuerda a Aldo Oliva



TERROR EN LAS TERRAZAS

Entonces decidí dar la batalla.

Noche, cúbreme –dije-. Oscuro el labio,
altas las manos sobre la ciudad.
Ella había nacido de mi espalda,
a veces reconocía mi sangre
y me llamaba a gritos en la sombra
con el nombre del día.
Pero además participaba –denso el mirar-
de los horrores helados de la ausencia,
destruía en secreto la respiración de los barrios
unida al miedo de granito.

Abría las manos como un libro
de fuego: ardían los árboles dormidos;
abría palabras sobre mi pecho:
“siriríes” y se hundían las islas
fronteras absortas en el grito;
“piedras” y el veneno inmemorial
bajaba por los jueces
“nube” y se secaba el vientre de las madres;
noche –grité- cúbreme, cúbreme;
“semillas”,  bebían los niños en las cloacas;
“pañuelo”, volaba el estupro en las campanas;
“azul”, fusilaban obreros contra el cielo;
“oro”, se erguía la sal; “heliotropo”,
descendía a los túneles la sangra;
“sueño”, se quebraba la música;
noche –gemí- salta, cúbreme ahora.
Ella surgió entonces de mi espalda
-quería a voces reconocer mi sangre-.
Llamándome a gritos en la sombra
con el nombre del día,
en medio del terror cantó mi muerte.

Entonces decidí dar la batalla.

© Aldo Oliva
(1927-2000)




AGUA DE NOCTURNA ESTEPA

Agua de nocturna estepa,
de innovada urdimbre material
dulcifica las telas al ras de los aparecidos en trópicos
dulcifica el incendio de las islas
los ideogramas de humo que manan del fondo del espejo
y dulcifica la hoguera, una campana
que tiene labios de selvas palúdicas
para aprender las morosas vocales,
para que los seres de maíz
asomen sus ojos profundos
a la punta de mi lengua, enarcada
de nieblas, de pantanos elementales,
Y la alas de la mosca deja florecer
retumbando en el tiempo si cantan
y descienden la cabellera del mundo:
porque
quién sabe qué hay bajo nuestros pies
quién sabe cuántos días bajo la tierra
debe permanecer el sol para hablar
con lagartijas de un bosque de cristal
y de espantables tierras
(Y aunque aprenda su lengua,
que tanto irías a reírte,
me pregunto mientras veo el otoño
derrumbarse por la ventana que me separa
de un eventual fin del mundo);
porque nadie va a rumiar como nosotros
las vocales que se pronuncian
como luciérnagas,
como puntitos de luz suspensos
del otro lado del vidrio;
porque nadie, nadie,
agua de nocturna estepa
sabe como nosotros
vimos la estrella
y nos llenaba la boca
el cuenco de la cabra
y su agua desorbitada
al fondo de los pantanos,
donde casi siempre
éramos esas luciérnagas.
puntos ingrávidos
entre el silencio y la sombra

© Ariel Ovando

3 comentarios:

  1. Magistrales, felicitaciones por la elección, agradecida por poder leerlos. Marta Comelli

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  2. Muy interesante los poemas.
    El de Oliva y el tuyo.
    Ana Romano.

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