los
domingos eran estofado
tallarines
frescos
y laurel
el laurel
llenaba el cuerpo
abría el
apetito
nosotras
jugábamos
a ser mamá
poníamos la mesa
y éramos mamá
enroscábamos
los tallarines
y el
tenedor parecía un señor gordo
tan gordo
como ese señor
que un día
nos decía
que había
que pasar el invierno
desde ese
día
los
tallarines dejaron de tener queso
© Elisabet Cincotta
Gracias, Gus, en estos tiempos de soledad, incertidumbre, recibir abrazos como este ponen sol a pesar de la lluvia
ResponderEliminarabrazos
Elisabet
Muy bueno! Sutil denuncia de ese señor que todos conocemos.
ResponderEliminarRecuerdos, poesía y juego!
ResponderEliminarGracias por compartir.
Abrazo Eli!!!
Tere Vaccaro.
Muy bueno, Elisabet. Cómo nos identificamos con tu niña, las amarguras colectivas y el desprecio por la falsedad de tantos. Gracias. Beso grande. Adriana Dirbi Maggio
ResponderEliminarA medida que iba leyendo tu poema se me hacía agua la boca recordando los tallarines de mi madre. Luego al final, con el rotundo shock de una conocida frase política llegó el asombro y la admiración. Muy bueno! además muy justa la ilustración de Gustavo. Gracias! Alfredo Lemon
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