El día de
lavado
era día de
fiesta.
Madre y
Abuela
bajaban las
cortinas,
desnudaban
las camas
y el jabón
invadía la
casa.
Nosotros,
sobre
parvas de ropa,
acariciábamos
la espuma
y hacíamos
pompas
soplando
entre los dedos.
Después
cuando las
sábanas
colgaban de
los alambres
corríamos
bajo las
gotas
que caían
y jugábamos
al toro y
al torero
chocando
las cabezas
en las
telas mojadas.
El viajero
se sentaba
bajo la higuera
y desde
allí reía.
Su fiesta
era mirarnos.
Siempre tu poesía trasmite emoción y sensiblidad a pleno. Eternamente antológico tu "Corazón de las manzanas". Abrazo grande. Salud y más bendiciones para tus días y tu obra! Alfredo Lemon
ResponderEliminarSusana estuve ahi
ResponderEliminarDe pronto, uno siente una ráfaga que lo vuelve al pasado inocente que hemos vivido. Aquéllas sábanas con jabón (el de pan), tumbadas alfuror del sol sobre el pasto y el enjuague con azul... gracias Susana, es como sentir que aún no sabemos más que reír y jugar.
ResponderEliminarSusana Giraudo
la poesía que nos vuelve a la infancia es siempre la que nos devuelve la poesía de la vida misma, gracias Susana!
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