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22/4/20

Poema de Paulina Vinderman





El correo es un edificio demasiado majestuoso
para un pueblo como Ciruelo.
Tan majestuosoque crece un silencio raro
a su alrededor.
Nos volvemos vulnerables, nos contamos
la infancia —estrella por estrella —
detrás de una columna.
Las letras manuscritas de la memoria.
Las incendiamos como si fueran hojas de otoño
en nuestros países, para quedar como forasteros extraviados
otra vez: forasteros de ojos locos, tiempo sin tiempo,
 condena forzosa a padres mudos.
En tu casa el mar.
En la mía el río.
Y el sol orfandad en las tardecitas.
Y nuestras cartas con el mundo
y las ramitas de saúco para el té.
Nuestra desmesura, en la habitación renegrida
por el humo de la estufa a kerosén,
donde calcábamos los mapas.

El olor a tristeza que no se va.


© Paulina Vinderman

7 comentarios:

  1. Qué hermosura. Verónica M. Capellino

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  2. La belleza sutil de tus palabras en el recuerdo, la nostalgia, tu ser sensible y delicado. Y "el olor a tristeza que no se va". Poeta enorme, gracias por tu obra reunida por Alción Editora, "Tocar el cielo oscuro". Alfredo Lemon desde Córdoba

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  3. Hermoso, bellísimo poema, Paulina, con la ternura de una tristeza que aún golpea. Abrazo, querida poeta!

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  4. Querida Paulina, separación, paisajes diversos y vos, siempre afecta a esos suaves contrastes. Én esta rara unión me afecta el final, "el olor a tristeza que no se va". Un abazo y siempre te leo.Isabel Llorca Bosco

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