Ahora que
me atrevo a nombrarte
ya no hay
treguas
ni espaldas
que soporten
la
ferocidad de este tiempo.
Los
aparadores están vacíos
como mi
cama que se abre
en el
quejido de la herida
en el mas
desolado de los bosques
en la muerte
que lleva,
arrastra
consume
todo
hasta dejar
de serlo.
Ahora que
todo está dicho
voy
juntando la sequedad del domingo
para
embolsarla y arrojarla afuera.
© Claudia Vazquez
Muchísimas gracias querido Gustavo Tisocco. Abrazo
ResponderEliminarAhora, un bello poema!
ResponderEliminar