[Cuchillo]
El
carnicero afila su cuchillo.
Despliega
el sucio mapa del despiece,
la palabra
animal y su temor,
sus sílabas
cortadas con certeza
como si se
pudiera destazar
un
sustantivo (cerdo, pollo, vaca)
sin que la
sangre cubra las paredes.
Como si se
pudiera estar pensando
en la dulce
armonía de la esfera,
en el amor
al número y al cosmos
mientras se
hunde el cuchillo para abrir
incisión y
templanza entre la carne.
Cicatriza
la sal sobre esa herida
y así el
hambre conserva el desconsuelo
de
ampararse en la limpia tajadura,
en la hoja
de metal y de papel
que se
salpica en todos los oficios
y es la
degollación del inocente.
Tiembla la
mano que ha de ser exacta.
Si escribe
carnicero. Si inocente.
con Federico,
todavía
© María Ángeles Pérez López
De una gran belleza y más...
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