EL SECRETO
DE RODOLFO VALENTINO
Cuando
llegó a Nueva York
Rudy fue
jardinero, lavaplatos, carterista, gigoló
y socio
involuntario del club del hambre.
Su suerte
cambió el día que se plantó frente a una cámara,
todo ojos
verdes y pestañas saturadas de rimmel,
y pasó de
inmigrante italiano
a sheik,
torero, amante supremo,
remiendo de
cartón pintado endulzando
la soledad
anorgásmica de las amas de casa,
secreto
inconfesable de los ascensoristas del Ritz
y de los
cowboys que juraban despreciar su cara empolvada
y soñaban
con su torso desnudo e impecable.
Rudy
también tenía un secreto,
un secreto
que hundía
como una
lengua afiebrada o un ladrido
en las
bocas de sus esposas lesbianas
y se hacía
mordida en los bares gay de Hollywood.
Un secreto
que se llevó a la tumba
para no
insultar
la marcial
virilidad americana.
Dicen que
Rudy vuelve cada noche
y su fantasma todavía golpea
las puertas del armario.
© Raquel Fernández
Buenísimo, Raquel, buenísimo.
ResponderEliminarGuauuuuuuuuuu
ResponderEliminarme encantó.
Muchas gracias!!! Estoy a full con mamá internada, pero ya los leeré a todos. Cariños.
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