8/1/20

Poema de Daniel Arias





Debajo de los filos del cielo está mi propia tierra,
aquí, donde no hay colinas ni ríos ni lagos
o estanques ni agua donde espejarse,
ofende un disco rojo al oeste pegado al horizonte,
como una pared caliente quieto sobre los rostros
el cobre arde en mareas con fuerza de incendio,
las eternas partidas y esfumado por insomnio,
encrespado de alcohol cabalga sobre las pérdidas.

Veo coraje en los ojos de las pequeñas ciudades
y sobre las preguntas cosidas con hilo
en los jóvenes defraudados,

También veo una fosa detrás de la trinchera
todos los días junto a palabras comunes,
palabras de alcantarilla y hornalla,
puertos de trapo y niebla.

Y más atrás, lejos en el oeste,
veo sobre los muelles alineados
brotar rápido a las hembras como dioses lejanos,
blancos en el tiempo sobre partos de tristeza,
los navíos de la desesperación se derriten siempre
y lo he visto con mis ojos de arena en el plano indecible de la hora
donde a nadie le importa en que caldera nacerá un asesino,
o que perro seca el andén de la soledad.

Yo también he pisado ambos lados de la calle
donde la prueba fue arrojada en la desolación una mañana,
una bandada de remolinos dejó el peso del aliento
sobre la tierra a mis pies,
aquí, donde no hay colinas ni ríos ni lagos
o estanques ni agua donde espejarse,
tierra fija en arcos de sol con solo entradas al desierto.

Ese instinto pegado hacia adentro,
allí, donde el sol quemó las sombras,
siempre al oeste, acantilado de luz sin espejismos,
es una profecía en la boca de los niños.

© Daniel Arias

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1 comentarios:

Blogger Adriana ha dicho...

Hermoso texto que tiene el sabor de las profecías, el lenguaje de la inspiración mística. Increíbles imágenes muy originales. Gracias. Un abrazo. Adriana Dirbi Maggio

12 de enero de 2020, 11:20  

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