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21/12/19

Poema de María Ángeles Pérez López



La mujer sueña un día de avellanas
y se unta el cuerpo en savia como leche.
Después se lame con la boca entera
convertida en hocico de tapir,
herbívoro paciente y silencioso
que es lento en el amor y en las ortigas.
En la mujer, sobre su lomo ágil
se posa el pajarito que miniaron
los monjes medievales en los libros
para medir el tiempo y sus azares,
y guarda en equilibrio y timidez
la tarde y su palito de avellano.

El otro animal tímido, el tapir,
como antiguo y feliz perisodáctilo
gasta oficio y canción de mansedumbre
que convierte la piel en pergamino
y al lamerla con fuerza, con coraje,
borra el pelo, la risa, las heridas,
la anónima memoria celular
del pliego en su inocencia y su blancura.
Cuando crece el tapir, se decolora,
su piel se va volviendo transparencia
en que el papel inventa las palabras
también como una herida de cristal
que la mujer escribe con su hocico,
su lengua de mamífera lamiendo
el tiempo y sus esquirlas, su color.

© María Ángeles Pérez López

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