PLEGARIA DE
LA SACERDOTISA DE AVALÓN
Benditos
los pies que me trajeron hasta aquí.
Bendita sea
la Puerta de la Vida.
Bendita la
mirada que la Diosa conduce
por los
interticios de lo manifiesto.
(Más allá,
más allá
donde el
terror se abriga de abismo.)
Bendito
tupecho, sábana palpitante,
que acoge
mis pezones en esta noche inhóspita.
Bendito el
beso de tus manos de hojas
perdido en
la mata de mi pelo oscuro
entre
flores de mirto y mariposas.
Bendita la
barca de tu caricia
para ampara
tormentas,
para durar
quietita
hasta que
cese el rayo,
hasta que
el viento amaine,
hasta ser
la lluvia como siempre,
la que está
fuera,
la que
llora el exilio sin reparo.
Para poder
perdonar el destrozo del pudor,
¡oh! Diosa,
une mis fragmentos.
Liga estos
huesos quebrados por el odio
con la
trama incorruptible de tu túnica de plata
y alivia el
corazón baldío sin reposo.
Y vos,
oficiante en primavera,
soporta con
tupiel
este
alarido hasta el infierno,
este
alarido hasta el despojo,
hasta el
océano sin voz
de una
mañana perfectamente desierta.
Bendita sea
la Puerta de la Vida
y sus rigores.
© Graciela Perosio
Excelente poema, muy logrado, emociona! Celebración y más bendiciones! Alfredo Lemon desde Córdoba
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