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11/12/19

Poema de Beatriz Minichillo



Geografia

No hay una sangre que licúe su esencia
en esta abigarrada geografía de su cuerpo.
No hay un silencio que con su algarabía
de soles difusos
penetre en sus profundidades
ni un camino de vándalos al acecho
que importunen ese germen de tibieza
que la atraviesa de la cabeza a los pies.
No es la del juego incendiado de espinas.
La que dinamita
el tiempo de figuras borrosas.
La de las trenzas con moños
que corría por los andariveles de la tarde
persiguiendo animales festivos.
Ahora la desafía sin gestos
con su mirada que viene de lejos,
tan lejos como aquellos abuelos errantes
que nunca regresaron.
La recrimina por actos inocentes,
muertes prematuras
y esa dulzura
cuando recuerda al paraíso de flores azules
que destrozaba la vereda
pero se hacía perdonar con su perfume
de tantos octubres.
Se mira, se rastrea por dentro
sin fracturas
con sus manos abiertas a la luz
que la posee silenciosamente
como un fuego que la abrasa y libera.
Parada en esa esquina de su vida
respira cada centímetro de su existencia
y agradece la dicha concedida.

© Beatriz Minichillo

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