AL FINAL DE
TODO DÍA
Es curioso como los humores cambian con
simples ademanes o presencia exacta de ese ser que transforma todo a tu
alrededor.
No es un secreto que las rutinas abruman
sin parangón en muchas ocasiones de la vida diaria, que se putea a mansalva a
diestra y siniestra por tanta multitud agobiante en las horas picos en esta
"ciudad de la furia", más furiosa que nunca, y a pesar de tanta negatividad
imperante alrededor, de tantas oraciones mirando al cielo diciendo ciegamente
"¿ para cuándo mi tajada?". Hay un quiebre en el alma, un despojarse
de ese ego manipulador que nos quiere vestir con tanta vicisitud, y hay tiempo
de sobra para reinventarse, tocar tierra, oír al corazón, suspirarla a cada
instante, latirla latido por latido, y sin temor entre los dientes, gritarle en
ese beso nuestro, que al final de todo día, lo único que me importa es verla
sonreír.
¡ Verte sonreír!
© Santiago Morinigo
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