Él habrá
pensado que esa delicadeza oriental
podía ser
el encanto que me sostuviera.
Él se iba,
pero yo podía leer el cuento de una avenida,
la tarde en
que florecen todos los cerezos.
Soñé que lo
encontraba en el baño de una casa desconocida
luciendo
una remera con media bandera de Japón
e
ideogramas inventados,
una remera
gastada, la tela adelgazándose.
Le decía
que podía sacársela,
que le
hacía lugar al lado de la toalla.
Ese baño
era un espacio que quisiera habitar.
Iba a curar
esa media bandera desgarrada
con toda mi
suavidad
con todo mi
silencio.
© Luciana Ravazzani
Yo, pienso que es muy bueno tu poema...
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