“Honrar la
vida”
Estábamos
en lo último del invierno, pero la respiración del mar, atronadora, que hasta
en la ciudad la oíamos sin poder evadir un estremecimiento. Al hacerse presente
avanzaba sobre el jardín de pinos y alhucemas y los bautizaba.
Temblores,
agonía, pero estaban con Èl Sílaba que mi nombre guarda como una alhaja.
El temblor
vegetal llegaba hasta mi cama, en la urbe plena de ruidos donde ensayaba
comunicarme sin palabras. Y me sentía sola hasta el fin.
Sin
embargo, después, un vacío dichoso se abría en todo mi cuerpo, desde la punta
de los dedos hasta la de los cabellos. Al principio no me di cuenta, hasta que
algo parecido a una enredadera se extendía dentro de mí, brotaba como esa vida
que debemos llamar hermosa. Ya no estaba sola. Imaginaba, sin oírla, aquella
voz pequeña y susurrante, pues así había llegado, como le pasó a Elías. Y el
Señor, al que nunca había orado con auténtica humildad, que con muchas reservas
llamé Padre, me anunció en alma, mente y cuerpo, una primavera que ya crecía en
un recinto de luz.
© Isabel Llorca
Bosco
Imagen
enviada por la autora del texto
Hola Isabel: un poema de gran lirismo y delicadeza donde describís un momento evidentemente muy deseado por vos. Las imágenes de "la enredadera" y "el temblor vegetal" son logradísimas.La referencia al profeta Elías también es significativa como un anuncio. Un gran poema Irene Marks
ResponderEliminarPrecioso poema, pude sentir cada sensación en cada verso, felicitaciones
ResponderEliminarPatricia Corrales