Tomó el
instante por sus bordes
y lanzó el
ancla
desde el
empedrado que da al río.
Cada paso
sobre cada piedra
quedó
grabado en la memoria.
El
puente era un gigante hacia la isla.
Las
barcazas moviéndose en el petróleo del
agua
y la
estatua de los inmigrantes
mirando la lejanía.
Lo que se
abandonó. Las lágrimas que ardieron
en el punto
de partida.
( El
Riachuelo ya no es un puerto insondable)
© Clelia Bercovich
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