La soledad
puede ser un jardín.
Un jardín
salvaje con flores sin sombra
como las
del aduanero Rousseau.
Con
animales de ojitos redondos como
botones
brillosos que irradien inocencia.
¿Por qué
hablo de soledad si D. está conmigo?
Porque su
presencia está signada por su antítesis,
porque ya
es recuerdo. Un recuerdo nítido
contra el
muro silencioso de una iglesia
a la que le
robaron la campana.
Dónde está
nuestro amor? ¿Se fue a dormir?,
me
preguntaré de regreso en mi ciudad de cielo
pálido,
corazón pálido.
Está, como
la vida, en el hálito de un búfalo
en invierno
(para el jefe "Pies negros").
En la breve
sombra que atraviesa la hierba
cerca del
ocaso. En las luciérnagas
que hieren
la noche hasta el poema.
© Paulina Vinderman
Maravilloso. Gracias!!!
ResponderEliminar"En la breve sombra que atraviesa la hierba"bello!!
ResponderEliminar"LUCIERNAGAS QUE HIEREN LA NOCHE HASTA EL POEMA"
ResponderEliminarHermoso poema con interrogantes que son afines, felicitaciones
Patricia Corrales
Con tosa la belleza iracunda de no poder decir hasta nunca.lo goce mucho.Abarzos
ResponderEliminarquerida paulina..tu poesía nos enriquece
ResponderEliminarmaria del mar
Siempre Paulina, movilizando, desacomodando estanterías como decía Alberto Cortéz, siempre el poema importante, decidor. me gustó mucho. marta comelli.
ResponderEliminar"La soledad puede ser un jardín"...¡que bello! Y también la mención de las pinturas de Rousseau.
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