LA BRUMA
La taza
que dejé
para mi hija
en este
manso oficio de ser madre
libera un
humo gris sobre la mesa.
Es otra vez
asistir a
la transformación de la materia,
el milagro
cotidiano del derrumbe de la eternidad.
Nada
perdura indemne demasiado tiempo
como si
algo
en la
sustancia de las cosas
debiera
quebrarse para siempre,
hacerse un
hálito pequeño,
prodigioso,
un
vaporcito de nada entre tostadas.
© Mariana Finochietto
Bella poesía, la finitud en la cotidianidad.
ResponderEliminarAbrazo
Romina
Bello!!
ResponderEliminarFlora levi
¡Me gusta!
ResponderEliminarlo cotidiano lo pequeño lo que quedara , tierna poesía, gracias.
ResponderEliminarY dicho con soltura, sonrisas y lágrimas.Bravo!
ResponderEliminar
ResponderEliminarTernura filosófica en el desayuno de la mañana.
Un abrazo,
Alicia Márquez
Placer leerte!
ResponderEliminarTere Vaccaro.