Pasa el cielo,
se aleja como el viento
y pasa por las hojas del álamo
con su hechizo verde en febrero.
El viento y el agua fluyen entre la gente
y las cosas y las hojas del álamo,
como los pliegues del tiempo
que nos viste de plata y nos deja vacíos.
No es el vértigo atento del aire
que pierde su alineada lejanía,
no es la dureza de playas que agotan los
mares,
son los dedos ligeros de la realidad,
las finas,
delicadas fatigas cotidianas que nos visitan
como el viento y pasa entre las hojas del
álamo,
para fatigarlas en el vuelo y dejarlas
caer,
marchitas.
© Daniel Arias
¡Hermosa metáfora del paso del tiempo!
ResponderEliminarmuchas gracias Pauli!!
ResponderEliminarcuanto trabajo Gus!! te abrazo y agradezco
ResponderEliminardaniel
Bello poema, Daniel, un viento delicado de palabras que no se marchitan!!! Abrazos!!
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