Buscaba la
frescura del aire, encontré la noche. Estrellas como pequeñas branquias. Este silencio con todas
sus ausencias, el sonido sin cuerpo de otras voces. La mía gritando adentro,
que alguien cambie este sucederse de las cosas. Esa pared que aún no tiembla y
lo que nadie dice.
Cada objeto
se pierde en un halo distante. Mi espalda ahora mismo se hace vieja. No vas a
escapar, no habrá frescura. Este vacío, yo destronada. De todos los presentes
posteriores. Mi voz ya es pasado. La nitidez del límite cambia el espacio para
vivir.
© Ana Lafferranderie
Hola que bello texto
ResponderEliminarSoy Gladys Cepeda
Delicada prosa, y profunda.
ResponderEliminarAna me encanto tu poema, es muy humano, me siento reflejada en ese instante de buscar el aire de la noche, y reflexionar.
ResponderEliminarPrecioso.
Patricia Corrales
Bello
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