Emilio
Fuego, sembrador de encuentros.
Como el
fuego se extendió tu obra
para fecundar de poesía la sierra y el desierto,
de tu encuentro brotaron mil encuentros
y de cada uno de ellos tormentas de poetas
llevaron por el mundo el gusto fresco
de la palabra hermana, hermano, comunidad, planeta.
A mi me germinó el deseo muy dentro
de llevar a mi casa el calor de tu tierra, la hospitalidad
sin máscara, la casa abierta, la cama blanda, la sopa
humeante
en la generosa mesa. El corazón abierto de la comunidad
atenta que escuchaba amorosa en la escuela y la plaza.
Luego tú, Emilio Fuego, fuiste un día hasta mi pueblo
al ritual de la esperanza, a regar la semilla
que llevé desde tu casa, tu palabra
habló esa noche de ciervos y de iguanas
tu presencia poética, tu naturaleza fantástica
se arraigó entre los que ya te conocían de cerca
y entre los que ese día en Ciudad Juárez vislumbraron tu
esencia.
Ahora quiero decirte con emotivo acento
que has sido un sembrador de encuentros mágicos,
entrañables, perennes, humanos, poéticos.
Dios te dé larga vida y grabe con flores frescas
tu nombre en la Huasteca y que nubes hermosas
y blancas continúen llevando poemas
desde Oaxaca al
mundo
y del
mundo hasta tu casa.
Emilio, tu nombre como el fuego ha encendido
y diseminado la poesía de las mujeres poetas
desde el País de las Nubes hasta la vía láctea.
Con cariño
y gratitud a ti, sembrador de encuentros.
© Carmen Amato
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