LA CIUDAD Y
EL POETA
Me mira la
ciudad inmensurable
con ojo de
titán
con puentes
como lanzas
con caminos
de rutas en las espalda
con su
sombra de noche, con sus máquinas
impregnando
de anhídrido mis venas
busca tal
vez hacerme más pequeño
impresionablemente
microscópico
cabeza de
alfiler liliputiense
ameba en
decadencia
atómico
rebelde en disyuntiva
parásito
retórico
minúsculo
mórbido analítico
sujeto en
extinción lenta y pausada
con
sonriente amargura me reprime
me aprieta,
me amilana
me tedia la
emoción, me amputa, me disocia
en una
rueda sin eje, en un molino
donde la
carne se mezcla en amasijo
Me mira el
orbe frío de neones
con ojo de
medusa duplicada
con su
clonación de especies en la plaza
con su
catedral sin santos
justo a mí
al poeta
diminuto
al poeta
chiquito
al mínimo hacedor
de la utopía
al
reaccionario del tiempo
al creyente
indeciso
al homo
animals
desde una
esquina tétrica y obscura
al borde de
un baldío por entre la cloaca ciudadana
me mira la
hediondez cosmopolita
con su iris
robótico y punzante
con su
vista de asfalto
con su
estrujante euforia
me devora
se ensaña
con mi acento proletario
con mi
cerebro loco y discursivo
con mi
corazón enfermo
con mi
desatenta marcha
No puede
entender
la gran
ciudad de frías marionetas
que un
poema camina en sus entrañas.
© Aníbal Silvero
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