Que no se
diga
Entraste a
mi vida como suele llegar el verano,
sin aviso,
radiante, indómito.
Masajeaste
mis hombros cansados y
me dejaste
con un beso en cada párpado.
El
siguiente viernes te acomodaste
en el hueco
de mi cuello como un gato fiel.
El mundo es
grande, pero el amor es inmenso
me
escribiste en la servilleta junto a tu teléfono.
Hicieron
falta muchas palabras,
algún que
otro secreto
y un frío
que nos arañaba las mejillas
para
separarnos.
Hoy que la
vida no es tan real ni tan intensa
vuelven a
mí esas palabras y las que me regalaste
cuando
nació mi primer hijo,
-cómo
supiste estar ahí con tus gestos de mago-.
Lo primero
que tenés que enseñar es a elegir.
Elegir,
ahora, parece lejos, ajeno,
una palabra
foránea, como construir o nosotros.
Ahora, que
las palabras tienen un valor relativo
y las
ilusiones empiezan a perder color,
es más
fácil decir mañana
aún
sabiendo que ya no hay tantos mañana disponibles.
Ahora que
casi no tenemos palabras
pero quedan
éstas de hastío, de indiferencia,
palabras
complicadas con el amor,
palabras
que recuerdan al amor
aunque no
le pertenezcan,
que sólo
tenemos ruido de palabras
ahora que
estamos cansados de tanta estupidez
y tanto
olvido.
El mundo
ahora es más grande
El amor,
igual de inmenso.
Ahora que
no estás
y ninguna
palabra viene a romper el silencio.
© María Laura Coppié
Muy muy bueno! hermosa historia.
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