irán
quedando pedazos de mí a lo largo de la tierra
en los
lugares más íntimos y más públicos
de las
ciudades del norte
y del sur
siempre es
otoño
las finas
capas de mis órganos caen
y luego
crujen en el suelo
bajo el
peso ligero de los transeúntes
en cada
acto de amor estallo
como una
granada
y después de la sobremesa
-una vez
que ya hemos digerido la muerte-
me
recolecto, metódica y mansa
pero estoy
empezando a perder la paciencia
tengo un
fuego y un miedo grande
por los
años futuros:
cómo serán
las próximas casas
los
próximos almuerzos, sin lengua
o sin manos
cómo serán
los próximos hombres y mujeres
que me
desvistan
y qué
pasara cuando quiera armarme
y no
encuentre, por ejemplo, el corazón.
© Natalia Leiderman
Muu bueno! Un abrazo
ResponderEliminarGraciela Barbero
Siempre vamos perdiendo algo de nosotros...Profundo.
ResponderEliminarY así con la incertidumbre palpitamos ,intenso , gracias poeta 🌷
ResponderEliminarSerenidad en la voz para amortiguar lo que ensordece de la angustia. Hermoso poema, Natalia, gracias!!
ResponderEliminarRaquel Jaduszliwer