Una niña.
Apenas una niña solloza dentro
de un cuerpo de mujer.
No tuvo amparo
ante
muertes cercanas.
Era sólo una niña.
Nadie dejó el cortejo para rodearla.
Nadie
secó su pena.
Ninguna persona,
hasta este instante
en que mira por sobre los anteojos,
alarga su brazo en medio de un rutinario suspiro
y advierte que la mujer
cuando
se mira al espejo
sonríe.
Sonríe como una niña.
© Lidia Vinciguerra
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