3/6/18

Poema de Celina Feuerstein



en la plaza lo veo está saliendo de unos arbustos
muy verdes muy tupidos los atraviesa
y no tiene ni un rasguño
su cabeza calva brillosa ataja el sol
del mediodía
es el mismo de siempre mi abuelo bajito
de voz suave y dulce
de mirada triste

me pide que no llore pero no es ahora
estoy en la cama del cuarto azul donde dormía
en la casa familiar
adolescente me sueno la nariz
sigo llorando por la pelea con mamá
y él me convida la pastillita milagrosa
la Renomé

alrededor los arbustos las flores el pasto
y  mi abuelo que parece un duende
un ángel pelado y gracioso
llora conmigo

entonces paro no quiero verlo así
y se larga una lluvia torrencial
me refugio en sus brazos secos y le pido
que me rasque fuerte
que me haga crachi crachi le digo y él se ríe
mientras me rasca y el mundo es su mano
o su alma sobre mi espalda


© Celina Feuerstein

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5 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...



¡Bellísimo, Celina, absolutamente!

Un abrazo,

Alicia Márquez

4 de junio de 2018, 18:09  
Blogger Noemí Correa Olivé ha dicho...

Celina, una ternura, tu poema, con fórmula para aliviar tristezas. Abrazos!!!

13 de junio de 2018, 1:40  
Blogger Nerina Thomas ha dicho...

Las manos de un abuelo son siempre maravillas!!

23 de junio de 2018, 18:50  
Blogger Celina ha dicho...

Gracias Alicia y Noemí! ��

23 de junio de 2018, 19:02  
Blogger Celina ha dicho...

Así es Nerina! Gracias! ��

29 de junio de 2018, 16:02  

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